sábado, 20 de septiembre de 2003

Quise tirarlo por la ventanilla del colectivo.

Sube un señor al colectivo.

Nunca supe muy bien si era cierto, pero aseguraba tener una enfermedad llamada "disfonía crónica", que le impedía hablar bien.

(En vez de eso, gritaba.)

Dijo que se atendía privadamente en el Hospital Italiano, pero que no tenía prepaga.

Que tomaba una medicación cada cuatro horas, y que se hacía controles médicos cada 72, para no perder la voz.

Que conoce lo que es el hambre, porque pasó hambre para poder seguir comprándose los medicamentos; que no lo toman en ningún trabajo por su discapacidad.

(Entonces trabaja de vendedor ambulante en colectivos. Y grita.)

Que somos todos unos giles, que tenemos una monedita para gastárnosla en el quiosco, en un chicle o en una cerveza, pero que no tenemos nada cuando se trata de ayudar al prójimo.

Que mirá a los europeos, que se mueren tres mil franceses y todos corren a ayudarlos. Que los argentinos no corremos por nadie.

Que la gente de Santa Fé no tiene una zapatilla para ponerse; que a ninguno de nosotros -giles que viajamos en colectivo a las nueve de las mañana de un sábado- nos importa lo que les está pasando.

Que no hay que dormir en el colectivo, que hay que ayudar. ¡Que hay que conocer el significado de la palabra "Solidaridad"!

...

Vendía agujas y/o mini encendedores Bic.

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